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sábado, 21 de febrero de 2009

Little Sweet Miss Pepa

Sus viejos acomodando la tablita de planchar de juguete en la cocina, ya entrada la madrugada de reyes, agazapados, riendo.

La vela oficial de Frutillitas, atemporal, de mil cumpleaños.

La adilette del cacique incrustada en su torpe rodilla, tatuándola para siempre en aquel hotel marplatense.

Los jeans con vivitos fucsia.

Les presento a Pepa. Always Miss Pepa.

Los peinados que le hacía su prima y su fascinante muñeca de tamaño real.

El hospital de los muñecos y Pinocho malherido.

La luz de Cristo.

El tío que luchaba con el lobo en el monte y al volver le enseñaba a saltar la zanja.

Su viejo enseñándole a tirarse de cabeza en “la olla” cuando caía la tarde y el agua hervía.

Los vestiditos de Rudy Rut.

Las Adidas blancas y rojas que nunca le gustaron.

Los helados en copas enormes en La Uruguaya.

El taller de su tío, su primo y el ascensor imaginario.

Las caminatas familiares por el campo y la búsqueda de hinojo.

Las topper blancas, endurecidas, recién lavadas.

Las florcitas de plástico que adornaban su canasta que compraba en lo de Funes.

La goma rosa con olor a frutilla y ojitos movedizos.

El guardapolvo turquesa con el nombre bordado.

La remera con focas de Puerto Madryn.

Las uñas largas con esmaltadas en fucsia con luna blanca de las manos que trabajan.

Los helechos colgantes en los maseteros del patio.

Los acolchados palette rojos.

La vuelta en taxi del cole ese soleado día de otoño con ella y el conejo Serafín.

El café con leche mas rico del mundo enfriándose mientras ella llora presa del dolor de oídos en los brazos firmes de su mamma.

La camisa roja de su Tata.

La luz del ante baño velando sus noches de monstruos y su frescura inusual en aquellos veranos de chicharras inquietas.

Las caídas del sol de enero, en el patio, con sus crines sobre la falda de quien hurgaba acechando piojos.

El pastor alemán en la terraza consolando su llanto.

Su hermano experimentando con hormigas en la terraza de cerámicos derretidos.

Las huellas del Sr. Fostoto y la máquina fumarola.

Sus trajes imaginarios de princesa cautiva cuajados del brillo de las lentejuelas prolijamente alineadas.

Los tacones de charol prestados bailando en sus pequeños pies.

Su “porte” de nadadora y la emoción de “medalla de oro” al llegar a la olímpica de Provincial.

La lonita amarilla y la maya roja con vivitos blancos.

Su primer bikini a lunares diminutos, de colores, and so on.

Los camisoncitos con volados estrenados en el Italiano gracias a la/s hernia/s.

El bebote de Yolly Bell, los pin y pon, pequeños ponis, muñecas articuladas y las infaltables líderes de la horda de juguetes: Tania y Toli.

“Aventuritas” a toda velocidad con la bici.

La “plaza de las visiones” en Carmen del Sauce.

Los asados en la terraza.

El empacho con aceitunas.

Su cama de verano con vista al patio poblado de voces y anécdotas familiares.

Las hermanas de la esquina vestidas iguales con colores diferentes.

La amiga de “a la vuelta” y su negrura simpática desafiando la blancura de la gringa.

El kiosco de la cortada… los chupetines chicles y las infaltables semillitas de girasol.

La época del jopo y sus dificultades.

Las pizzas al molde de zona sur y sus memorables casuelas de salchichas. El Pac Man y el Wonder Boy de la casa de videos de turno.

Los 2 de mayo calurosos y húmedos, a la vera del ventilador tomando chocolate en taza con masitas secas.

El patio de la Inmaculada y la capilla silenciosa con olor a incienso y sabor a Dios.

Los 8 de diciembre, madrugando para armar el arbolito. El primerísimo, blanco con serpentina azul.

Los dibujos animados de los domingos a la mañana y los desayunos con pizza fría.

El estanciero, la tómbola en lo de la tía con mate y bizcocho.

El pulóver color manteca con cuello redondo, repleto de ochos un talle mas grande.

Los malos humores y aquellos momentos de llanto, inmortalizados en el diario íntimo.

La montanita del club y los recorridos invernales espiando desde lejos.

El salpicado plástico del patio y las lajas del comedor diario.

Poner ganchito en la puerta.

La vecina de enfrente a medio sentar en la cocina y sus recetas de zapallitos con salsa blanca.

El 129 en Cura y Rodríguez.

Speaking english y la fiesta de noche de brujas.

Los protagonistas de sus primeros suspiros correteando en sus poemas.

El casette de Richard Marx original y los grabados de Phil Collins y Elton John en cintas vírgenes Grunding o TDK.

Don Bizcocho y sus secuaces en los relatos de la abuela.

La mesa de neolite color pastel con patas grises a la vera de la ventana de sol dorado y correa perezosa.

El ruido del termotanque explotando al encenderse como única compañía.

Las figuras recortadas del lavarropas y la pileta blanca acompañando la puerta de chapa y vidrio con salida a la calle imaginaria.

La silueta de Miss Pepa recortada en el muelle… lágrimas de cocodrilo y un adiós cayendo de su boca…

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