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lunes, 9 de marzo de 2009

Amnesia

Me sabe a caminar por el borde de un arroyo y sentir el crepitar del agua contra las rocas...
Me huele al sol iluminando las gotas rezagadas que cuelgan de los árboles de mi imaginación y beben de su lecho.
Veo al viento acariciando mi cara, sacando a bailar a mi pelo...
Escucho silencio... mucho silencio... Bienvenido Sr. Silencio, hace tiempo que lo espero.
Nadie habla, nadie reclama... Nadie reprocha ni resopla...
Palpo el otoño, estación dorada... quiero tocar tus hojas crujiendo bajo mis pies y una cobija que acompañe mi atardecer...
Chocolate caliente y masitas secas.
Música y besos.
No recuerdo casi nada, sólo que dormí por largo rato y finalmente desperté.
Pudo ser el miedo. Pudo ser la lluvia. Algo hizo que todo quedara atrás y olvidado.
Ahora... destellos de descanso.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Only Jane...

...Cuando el médico le dijo a Jane que debía estudiarla por dentro, sintió náuseas. Ya se había resignado a no cumplir su fantasía nefasta de las pocas semanas de vida. Simplemente creía que participaría una vez mas de la rutina grisácea y amarga de salir de los consultorios, enyesados con protocolos inertes, tal como lo hacen los niños en las visitas de rutina: golosina en mano y cabeza caída por la típica palmada compasiva que mas que la nuca, le aplaudía el orgullo.
Ella era hipocondríaca desde su infancia y ésta era la primera vez que notó en el entresejo de su diplomado de confianza un rictus de gravedad desconocido hasta entonces.
Hacía meses que el estómago le dolía hasta tornársele una roca pero en una práctica incesante de autodiagnóstico, lo atribuía a sus nervios desmesurados y emociones de lata que retumbaban su ser tal como el eco de un grito se inmola en las montañas.
Sintió el ardor punzante de quien es sorprendido haciendo algo repulsivo y a la vez el gusto descascarado de una nueva invasión a los límites de su carne.
Caminó repitiendo pasos cansados y adormecidos por el corredor de granito, sintiendo la luz del sol que se colaba por el vitraux de la puerta, simulando el arco iris.
El ruido de la calle aturdió sus sentidos y tuvo que detener su paso para no caer. Inmersa en el mareo de su conciencia, apretó el brazo musculoso de quien sostenía la puerta y sus penas, mientras una lágrima le empapaba la mejilla.
Fué entonces cuando intuyó que ya nada volvería a ser igual...